31 de enero de 2016

Una mujer


Le hice jurar que me salvara de lo que nunca quise ser, 
sin embargo fui yo la que corrió el riesgo de perderse. 
Han pasado muchos años. 

Yo me perdí. 
No exactamente como temíamos entonces, 
pero sin duda extraviada.

 Fallada.

Y entre tanta voltereta, el otro ser humano permaneció a salvo.

Inmune al oleaje. 
Aferrado a la cordura.


Maryflor 










Una mujer


Los abrazos se fueron como los olvidos, 
fue el final del juego. 

Se escaparon como palomas blancas,
por un espejo. 


Maryflor







Una mujer


Hace tiempo que habito en el destierro. 

El deseo sigue, 

pero pido, que al menos, descanse en paz.


Maryflor






Pintura Katrina Pallon



Una mujer


Las fantasías de mi vida 

¿para qué me sirven?

¿De qué me protegen?

¿Qué me evitan? 

 ¿Hasta cuando me sostendrán? 


Maryflor






Pintura de Jantina Peperkamp



Una mujer


Decidir.

Esa palabra que expande su manto ansioso de carga culpable,
que a los exigentes,
no nos deja vivir si no acertamos.


Maryflor






Pintura de Herbert James Draper



Una mujer


¿Y si me perdono? 

Ampliamente,
sin sentir un punzada con el recuerdo corrupto.

Si reseteo mi corazón y me perdono.


Maryflor 






Pintura de Eileen Caddy



Una mujer


Envuelta en papel de celofán me regale a ti, 
completa, 
pero mutilada. 

La custodia te pertenecía, 
preservarme, 
era tu decisión. 


Maryflor






Pintura de Bogdan Prystron




29 de enero de 2016

¿La conciencia tranquila?


Contínuamente expresamos que tenemos la conciencia tranquila, pero... ¿no será que nuestra conciencia esta desocupada, difunta o equivocada?, de otro modo, ante los disparates que hacemos y de los que somos testigos, nadie es capaz de confesar responsabilidad alguna.

¿No es extraño que yendo las cosas tan mal, todos pregonemos nuestra tranquilidad de conciencia? ¿Cómo es posible? Ante nuestros propios ojos quedamos exculpados de todos nuestros actos porque actuamos de acuerdo a nuestra moralidad, y si hubiese culpa, sería ajena. 

Para muchas personas, incluída yo, la palabra conciencia no está muy bien definida, aun siendo una palabra de prestigio, acudimos a ella sin reparo ninguno para evitarnos las molestias que nos generan el escrutinio moral.

Esto es una insensatez en lo que respecta a mí, contra más indago, más me duelen la pena de tantos errores cometidos por culpa mía; y mientras las mayoría se jacta de dormir bien por las noches, yo entro en las mías con el ánimo apenado, porque en la reflexión previa al sueño, me vienen a la mente las ocasiones de hacer el bien que he perdido y las ocasiones infortunadas por torpeza mía. La conciencia tranquila no la tengo, quiero tenerla y no puedo, porque constantemente me dejo llevar por lo opuesto al bien.

Y donde hay culpa hay inquietud, y en el desasosiego debe haber arrepentimiento, y esto se me figura la cercanía de la limpieza del alma, ya que nuestra constitución natural estriba en la facultad del remordimiento, este efecto nos tranquiliza y nos lleva a proponernos acciones mejores en el futuro.

Pero también cuando sucumbimos a la tortura del ánimo, deseamos buscar el perdón; el perdón que nos resulta una bendición, éste es el parapeto donde nos resguardamos de las censuras, y una vez contado, pesado y reparado, volvemos a presumir de nuestra conciencia tranquila, de lo meritorio de nuestra actuación. Y volvemos a encumbrarnos, cuando son los demás quienes juzgándolo a uno, desean tomarnos como ejemplo.

Pero eso ya nos vuelve otra vez al principio.


Maryflor






El mito de Sisifo




23 de enero de 2016

Aunque nos muriéramos al morirnos




Aunque no nos muriéramos al morirnos,
le va bien a ese trance la palabra: Muerte.

Muerte es que no nos miren los que amamos,
muerte es quedarse solo, mudo y quieto
y no poder gritar que sigues vivo.


Gloria Fuertes






Ilustración Benjamin Lacombe





20 de enero de 2016

Xteriors


Se detuvo para contemplar el origen de sus pasos, venía de la oscura ofensa y se dirigía hacia la serenidad. Era todo lo que necesitaba, la calma. Y la calma salió a su encuentro, aunque sabía que tras ella siempre se escondería una nueva tempestad.

¿Estaba en el camino correcto? 


Maryflor 






































Desiree Dolron, nació en Holanda, en 1963, pero vive y trabaja en Amsterdam. Su trabajo posee dos vertientes claramente definidas: la vida y la muerte.
Estas fotografías pertenecen a su serie Xteriors, realizada desde 2001 al 2006, 
En esta colección de retratos nos encontramos con un absoluto dominio de la luz y el ambiente. Todas sus escenas reflejan una luz fría y cuidadosamente seleccionada para dar un aspecto tenebroso y que provoca cierta distancia al espectador que las mira.
Son imágenes en calma, serenas, tranquilas y espectacularmente logradas. Una combinación de luz que, después de una edición digital posterior, logran que el espectador se pregunte si lo que está viendo son realmente fotografías o resultan ser pinturas de otra época.
En ella logra un estilo cercano pero distanciado de los grandes maestros flamencos.



19 de enero de 2016

Citas


"Y si ves con mis ojos y si tanto entendés, cómo no viste en ellos, cómo no viste, no miraste, un pequeño animal que pedía aire, que ardía, que se asfixiaba, que se moría"



Idea Vilariño







Ilustración de Sara Wilkins




15 de enero de 2016

El arte de escuchar los latidos del corazón



"…permita que le formule mi pregunta:

¿Cree en el amor, Julia?
Evidentemente, no me refiero a aquel arrebato de pasión que creemos que nos durará toda la vida, que nos mueve a decir y hacer cosas que al cabo del tiempo lamentamos, que nos hace suponer que no podemos vivir sin una determinada persona, que nos lleva a temblar de miedo al pensar que podemos volver a perderlo. Aquel sentimiento que nos vuelve más pobres, no más ricos, porque queremos poseer lo que no podemos poseer, queremos retener lo que no podemos retener. Y tampoco me refiero al deseo físico ni al amor propio, parásitos que gozan al camuflarse de amor desinteresado.

Hablo del amor que devuelve la vista a los ciegos.
Del amor que es más fuerte que el miedo.
Hablo del amor que dota a la vida de un sentido que no atiende a las leyes de caducidad, que nos hace crecer y no conoce fronteras.
Hablo del triunfo del ser humano sobre el egoísmo y la muerte.

¿Mueve la cabeza? ¿no cree en ese amor? !oh! ¿no sabe de qué le hablo? No me sorprende.



Fragmento de El arte de escuchar los latidos del corazón
Jan-Philipp Sendker







Fotografía de Jaime Baldridge




7 de enero de 2016

Naturaleza muerta



¿Cuál es el peor castigo?

Yo respondí:


Que entregues tus manos y te encuentres siempre caída.
Que entregues tus sueños y no exista el futuro.
Que entregues tu identidad y ganes debilidad.
Que entregues tu espalda y cargues con tu queja.

!Y tú me lo preguntas!


Maryflor








El hacha y la rosa




Para ti nunca fui mas que un pedazo de mármol.
Esculpiste en el mi cuerpo,
un cuerpo de mujer blanco y hermoso,
en el que nunca vistes mas que piedra
y el orgullo,eso si de tu trabajo.
Jamas imaginastes que te amaba
y que me estremecía cuando, dulce,
moldeabas mi senos y mis hombros,
o alisabas mis muslos y mi vientre.
Hoy estoy en un parque, donde sufro
los rigores del frío en el invierno,
y en verano me abraso de tal modo
que ni siquiera los gorriones vienen
a posarse en mis manos por que queman.
Pero, de todo, lo que mas me duele
es bajar la cabeza y ver la placa:

"Desnudo de mujer ",como otras muchas.
Ni de ponerme un nombre te acordaste


José Pérez Olivares







Escultura de Tamara Bonet



5 de enero de 2016

¿Quieres volar o no?


La naturaleza es sabia y su esencia es el cambio, nos lo demuestra continuamente. Todo en ella evoluciona, es el proceso de crecimiento. Pero nosotros tendemos a permanecer estáticos, acomodarnos a las distintas situaciones de la vida aunque no sean las propicias, asegurar lo que tenemos para no perderlo a pesar de que no merezca la pena.

Todos pasamos por momentos de inquietud en los que parece que nada se asienta sobre nada, que nos falta algo que lo sustente, que nos ofrezca una música de atención que acompañe a nuestros vacíos pasos. Tu vida está en orden, todo parece ocupar su lugar, no te falta nada (en apariencia), haces todo lo correcto, cumples con tus responsabilidades, no te puedes quejar y, sin embargo, no te sientes feliz. Y así van pasando los años, hemos dejado de preguntarnos qué queremos, evitando cuestionarnos el fondo de nuestras vidas, comenzando lo que yo llamo nuestra obra de teatro.

La vida no es un ensayo, tal vez es una tarea inacabada, que para quién la empieza, no sabe ya que está en escena, y mientras va andando, es consciente de que se va incorporando al escenario; llega un momento en que nos dejamos conducir por la comedia, nos hemos convertido en meros actores en lugar de directores. ¿Por qué no soy capaz de conducirla yo?, ¿prefiero ser guiado por las circunstancias? Representamos un papel que no es el nuestro, con una variedad de personajes que vamos desarrollando en el escenario, con tanto ímpetu que a duras penas sabemos quién es el actor y quién la persona, pues la máscara que colocamos en nuestro rostro ha terminado por adueñarse de quién la colocó y ya no recuerda la identidad que se esconde debajo; nos ocurre porque a veces no sabemos dónde ir, ni cual es el destino que nos corresponde. En algún lugar nos perdimos; pero siempre nos llega un momento o una circunstancia en que por exigencia del guión, el actor debe llevarse las manos a su rostro y reconocer los rasgos de su auténtica personalidad. ¿Quién nos lo impide? Si tenemos el valor de respondernos sería: el miedo; la segunda pregunta es: ¿Tengo valor para quitarme la máscara?

¿Quiero volar o no?

La proclamación "no teman" aparece incontables veces en la Biblia, sin embargo seguimos teniendo miedo a todo. Nos hemos abandonado a la cobardía, ella es la que dirige nuestra vida, de ese modo hemos dejado de ser directores de nuestra realidad a meros actores movidos por ese titiritero. El miedo entra en nuestras vidas de diferentes maneras: camuflado de prudencia, de moral, se adueña del ímpetu de nuestras emociones y de nuestros sueños. El miedo es como la niebla que va envolviéndolo todo , impidiéndonos hacer las cosas que habíamos imaginado y deseábamos pero que nunca llegamos a realizar por temor. El miedo nos distorsiona la realidad, los recuerdos y los anhelos, nos llena de ansiedad terminado por socavar nuestra valentía. El miedo es gigantesco y titánico, y una vez que le hemos permitido la entrada en nuestra casa termina por hacer de nuestra vida lo que le da la gana. 

Si no somos capaces de enfrentarnos a él, (todos sabemos de nuestras limitaciones), no todos somos valientes ni tenemos porqué serlo, entonces me encuentro con la tercera pregunta: ¿porqué no somos capaces de asumirlo? Sería más honesto aceptarlo, no me refiero al miedo como tal, sino reconocer nuestra personalidad tal como es, asumirla y vivir nuestra representación sin máscara alguna, sin escondites y sin cuevas donde cobijarnos.

En definitiva, ser sinceros con nosotros mismos y vivir la vida sin engañarnos.


Maryflor