31 de enero de 2015

Ichiro Tsuruta

"Me gustaría poder sacar mi propia musa personal, y espero que sea la mayor fuerza que me guía en el laberinto brumoso. Incluso si los dibujos son el producto de mis propios sentimientos frágiles o ardientes, siento que mis dibujos se convierten en imágines puras y sublimes de la verdad eterna de la mujer.
Siento que el acto de dibujar es el acto de orar.
¿Debería haber una verdad singular para mí creer en, que es la fe, como yo trato de hacer un dibujo de una mujer, de algún lugar lejano, la sonrisa misericordiosa de la Musa se iluminará en mí, aunque sea por un momento.
Puede ser sólo una fantasía, una ilusión, pero eso es lo que creo"

Ichiro Tsuruta


Nacido en 1954 en la ciudad de Hondo, después de graduarse en la escula secundaria, ingresó en el programa de diseño gráfico de la Universidad de arte de Tama. Influenciado por las culturas occidentales y realistas; pero con el tiempo un sentimiento dentro de él comenzó a moverse, diciéndole que "Él es el japonés". Entonces su estilo fue desplazándose hacia el arte llamado Rinpa, una forma de arte budista y hacia lo que podría llamarse forma única de Japón de la belleza.


 




  

  



















 















 








 

28 de enero de 2015

Rosalía de Castro



Tras de los limpios cristales
se agitaba la blanca cortina,
y adiviné que tu aliento
perfumado la movía.

Sola estabas en tu alcoba,
te ocultabas, !cruel!, a mis ojos
mas mis ojos te veían.

Con cerrojos cerraste la puerta,
y detrás de la tela blanquísima
pero yo penetré en tu aposento
a través de las gruesas paredes,
cual penetran los espectros:
porque no hay para el alma cerrojos,
ángel de mis pensamientos.

Codicioso admiré tu hermosura,
y al sorprender los misterios
que a mis ojos velabas... !perdóname!,
te estreche contra mi seno.

Mas... me ahogaba el aroma purísimo
que exhalabas de tu pecho,
 y hube de soltar mi presa
lleno de remordimiento.

Te seguiré adonde vayas,
aunque te vayas muy lejos,
y en vano echarás cerrojos
para guardar tus secretos,
porque no impedirá que mi espíritu
pueda llegar hasta ellos.

Pero... ya no me temas, bien mío,
que, aunque sorprenda tu sueño,
y aunque en tanto estés dormida
a tu lado me tienda en tu lecho,
contemplaré tu semblante,
mas no tocaré tu cuerpo,
pues lo impide el aroma purísimo 
que se exhala de tu seno.
Y como ahuyenta la aurora
los vapores soñolientos
de la noche callada y sombría.


Rosalía de Castro





Pintura de Elvira Amrhein



Rosalía de Castro


Al oír las canciones 
que en otro tiempo oía, 
del fondo en donde duermen mis pasiones
el sueño de la nada,
pienso que se alza irónica y sombría,
la imagen ya enterrada
de mis blancas y hermosas ilusiones,
para decirme: 

- !Necia!, lo que es ido
!no vuelve!; lo pasado se ha perdido
como en la noche va a perderse el día,
ni hay para la vejez resurrecciones...

!Por Dios, no me cantéis esas canciones
que en otro tiempo oía!


Rosalía de Castro

  




Pintura de Marcus Stone




25 de enero de 2015

Los diez pasos


El benedictino Steindl-Rast habla de la experiencia en el monasterio:

"Las personas suelen asociar la vida religiosa a la negación de todos los placeres; ésta es una apreciación errónea. El ascetismo supone la disciplina de los sentidos de manera que se pueda desarrollar aún más la comprensión de la existencia. La vida en el monasterio es un constante entrenamiento, una búsqueda de calidad en el estudio, en la lengua, en la alimentación y en la oración.
Si alguién refina su dieta, se ve obligado a renunciar a determinados alimentos. Sin embargo, a medida que esta dieta comienza a hacerle bien, se da cuenta de que no está realizando ningún sacrificio. Un buen corredor, músico o jardinero -cualquier persona que realiza algo con pasión- se olvida fácilmente de ciertas cosas, pues está concentrado en su arte, lo mismo sucede con el servicio religioso"

Yitzchak Isaac de Kamarna solía usar como ejemplo una tienda de dulces para explicar la búsqueda espiritual:

"Una persona entra en una tienda de este tipo, donde se venden varias clases de caramelos y bombones: lo primero que hace el confitero es ofrecerle una muestra de cada producto, para que pueda hacerse una idea de los sabores. Cuando después de probar un poco de todo, el cliente se decide por algo, el vendedor le dice: Ahora usted si que tendrá que pagar por consumir lo que le dio tanto placer"

Todos nosotros, al inicio de cualquier jornada, difrutamos de lo que se conoce como "suerte del principiante". La muestra gratis de la Luz Divina está plantada en el corazón y se enciende con el mínimo estímulo. Pero, a medida que optamos por ese camino, pasa a ser nuestra responsabilidad pagar el precio -si es que queremos seguir adelante-. La tradición oral enumeró los diez pasos del Camino Espiritual: 

1. La inquietud: la persona siente que debe cambiar su vida, sea por tedio o por sufrimiento.

2. La búsqueda: llega la decisión del cambio. La búsqueda se da a través de libros, cursos, encuentros.

3. La decepción: comienzan las vacilaciones entre los diferentes caminos. El que busca llega a tener conciencia de los problemas y los defectos de los que enseñan. Por mucho que cambie de corriente filosófica, religión o sociedad secreta, se encuentra con los problemas clásicos, la vanidad y ansia de poder.

4. La negación: es habitual abandonar el camino tras constatar que los que están en él aún no resolvieron sus problemas.

5. La angustia: el camino fue abandonado, pero la semilla ya está plantada, la fé. Y crece día y noche. La persona siente desasosiego, tiene la sensación de que descubrió algo y lo perdió.

6. El regreso: debido a otra crisis la persona descubre que su fé esta viva. Y la fé si se cultiva con cuidado, resiste cualquier decepción.

7. El maestro: se trata del momento más peligroso. Sólo son maestros los individuos experimentados. El camino es individual, pero en este momento puede desvirtuarse y volverse colectivo.

8. Las señales: el maestro termina siendo abandonado cuando el camino se muestra por si mismo. A través de las señales, Dios le enseña lo que necesita saber.

9. La noche oscura: se toma las grandes decisiones. La persona cambia de vida y se pone a caminar, a pesar del miedo.

10. La comunión: es el momento en el que, como San Pablo, la propia Divinidad pasa a residir en la persona. El misterio de los milagros se manifiesta con toda su maravilla y su grandeza.


Paulo Coelho








Pintura de Toshiyuki Enoki




21 de enero de 2015

Desde la ventana

Desde la ventana, ensayo de Carmen Martín Gaite que refleja las dificultades de las mujeres para exponer sus puntos de vista y los prototipos femeninos levantados, con más o menos acierto, por la literatura masculina. Es un homenaje cálido a cuantas mujeres se asoman al mundo de la escritura para encontrar explicación a su manera de ser.

"Homenaje a las mujeres ventaneras" 

Ellas, tachadas de "livianas", son propensas a levantar la vista, a trascender lo que tienen más cerca; lo hacen con un aire retador o a hurtadillas. Carmen Martín Gaite describe con delectación el momento en el que la mujer da rienda suelta a su fantasía y, desde dentro, imagina lo de fuera. O, si más no, a través de una ventana lanza la mirada, que se libera y se expande, sin lazos que la retengan, en un ejercicio personal y arriesgado.


Mirando a través de la ventana





Pintura de Maríe Denise Villers


Las cuatro paredes de mi refugio provisional no sólo no se me caían encima, sino que me arropaban maternalmente. Nunca como aquella tarde me he dado cuenta del privilegio que supone para una mujer tener un cuarto sólo suyo y habitarlo como liberación, no como encierro.

 

Buscando el modo



 



La mujer enamorada siempre está trabada por las repercusiones de algún patrón literario, que a su vez suele hacerse eco del sistema moralista vigente. Pero el amor mismo, como experiencia personal, la mujer lo vive de forma inédita y secreta. Ansiosa, por una parte, de presentar la imagen de enamorada que se le exige componer y contagiada, por otra, de la tentación de libertad que supone hallarse frente a ese umbral inquietante, necesita quedarse sola para entender de verdad lo que le está pasando. Se ensimisma, suspira, se encierra, y desde ese encierro da pistas a veces, sin saber cómo, sin proponérselo. Y sobre todo querría poder explicárselo a alguien, querría saber escribir.


Sin duda que la forma epistolar ha debido ser para las mujeres la primera y más idónea manifestación de sus capacidades literarias. Con quien más gusta hablar de las tribulaciones del alma es con el causante de esas tribulaciones, a quien se supone interesado por recibir una respuesta más florida que la del rechazo o un conciso "amén". Pero si desaparece o no ha existido nunca ese "tú" ideal receptor del mensaje, la necesidad de interlocución, de confidencia, lleva a inventarlo. O, dicho con otras palabras, es la búsqueda apasionada de ese "tú" el hilo conductor del discurso femenino, el movil primordial para quebrar la sensación de arrinconamiento.


No hay ninguna innovación posible en el campo del pensamiento que no se lleve a cabo desde dentro y enfrentándose a palo seco con la soledad. Porque solamente aceptándola, acabará dando fruto.
También Rosalía de Castro, en su novela El primer loco, pone en boca de uno de sus personajes este elogio encendido de la soledad:

"La imaginación se exalta más fácilmente en la soledad, y cuando nos hallamos apartados de nuestro semejante, amén de que podemos comprendernos mejor a nosotros mismos, nos es dado crear con mayor facilidad mundos que no existen y poblarlos de visiones hijas todas de nuestra fantasìa"


Santa Teresa jamás se sintió inferior por ser mujer. Aparentemente se sometió al dictamen de los hombres y de continuo les estuvo pidiendo apoyo y opinión para garantizar ante el mundo la suya, pero también supo usarlos y manejarlos, fingiendo plegarse a ellos. Y entre fundación y viaje y atención a sus males físicos, sacaba siempre fuerzas de flaqueza para seguir buscando aquel sutil modo de trasladar al papel las contradicciones, el arrojo y el temblor de su alma femenina.
Toda su vida fue una lucha grandiosa, como de auto sacramental, entre el entusiasmo y el decaimiento, entre la enfermedad y la entereza, entre la soberbia y la humildad, entre la libertad y la sumisión, entre la actividad y la contemplación, entre el orden y el desconcierto. Lucha que a veces la vencía y las más la aguijoneaba a sacar de su cuerpo -que fue siempre el que salió peor parado- nuevos subsidios extraordinarios para seguir costeando un combate que sólo acabó con la muerte.
La muerte fue el único final realmente feliz en la novela de aventuras que es la vida de Teresa de Ahumada. Si los suyos con Jesucristo no hubieran sido unos amores contrariados, no hubiera buscado el modo de contarlos, y nunca habríamos podido leer esa novela. Porque de los amores felices nunca se ha sabido que tuvieran novela.


El hombre musa





Pintura de Edward Cucuel



 Concepción Arenal escribió en su libro La mujer del porvenir: 


"La vida de la mujer es sedentaria y monótona; no tiene actividad ni variedad. Si es vulgar, admite el amor, cualquier amor, como pasatiempo. Si no lo es, ama con vehemencia, con pasión. Toda la febril acitividad de su alma se concentra en un solo punto. Ninguna cosa le distrae de su peligroso éxtasis y el día que se extravía nada la contiene, y el día que se aflige nada la consuela... Hará oír los gemidos de la mujer piadosa o la carcajada de la prostituta, y según el camino que elija será digna de respeto o de desprecio, pero nunca será feliz. La pasión para el hombre es un torrente, para la mujer es un abismo"


Con el advenimiento del Romanticismo, la mujer encuentra desagüe a su expresión amorosa, sustituyendo los arrebatos religiosos por los delirios humanos, pero el planteamiento del amor como experiencia divina no cambia mucho. Esta tendencia a divinizar el objeto de la pasión está muy patente en la correspondencia que Gertrudis Gómez de Avellaneda mantuvo con Cepeda. Se trataba, en definitiva, de encontrar el alma gemela para depositar en ella las ansis religiosas de absoluto, la exuberancia de unos sentimientos que rebasaban los catalogados dentro del sistema de valores ofrecido por la literatura masculina. Y así se lo escribe en una carta:

"Alguna vez necesito hallar sobre esta tierra un corazón meláncolico, ardiente, altivo y ambicioso como el mío, compartir con él mis goces y dolores y darle este exceso de vida que yo sola no puedo soportar"


La chica rara



 


 Pintura de William Oxer



Carmen Laforet, la autora de Nada, era una muchachita de veintitrés años de la que nadie había oído hablar, y que se descolgaba con una historia cuyos conflictos contrastaban de forma estridente con los esquemas de la novela rosa habitualmente leída y cultivada por mujeres. Tanto Román, el hombre de sensibilidad artística y espíritu atormentado, como Andrea, la muchacha perdida en la gran ciudad en lucha por su independencia, son presentados a la luz de las contradicciones que la hostilidad del entorno revela en el individuo cuando pretende adecuar sus sueños a la realidad y se siente prisionero de su circunstancia.
Cuando Andrea llega a la ciudad al principio de la novela para hacer la carrera de Letras, es una adolescente ilusionada, transida como cualquier muchachita provinciana de posguerra de sueños de emancipación y de aventura. Si añadimos a esta expectación de la llegada nocturna y solitaria la orfandad del personaje, comprenderemos que Andrea reúne todos los requisitos precisos para que el lector la confunda con una heroína de novela rosa y espere ver cumplida en sus andanzas la consabida transposición del cuento de la Cenicienta habitual en este tipo de ficciones. 
La misma Andrea, la primera vez que es invitada a una fiesta por un compañero rico de la Universidad, coincide con estas expectativas. Pero la fiesta se desarrolla ante sus ojos como un espectáculo ajeno, dentro del cual se siente tan intrusa como entre los conflictos familiares de la calle de Aribau, y acaba escabulléndose de aquel escenario dentro del cual no ha conseguido protagonizar nada. No es la primera vez que la calle, bajo el cielo casi negro, acoge a Andrea con sus brazos impersonales y la afirma en su dolorosa conciencia de individuo perdido y marginado. Sentada en un banco, reflexiona así mientras se seca las lágrimas de rabia:

"Unos nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida. Yo tenía un pequeño y ruin papel de espectadora. Imposible salirme de él. Imposible libertarme... Estuve mucho rato llorando allí en la intimidad que me proporcionaba la indiferencia de la calle, y así me pareció que lentamente mi alma quedaba lavada"


En Octubre de 1956, Carmen Barberá, haciéndose eco de la pregunta irritada, que por entonces flotaba en el aire, de por qué las mujeres se habían lanzado tan descaradamente a copar el mercado editorial, brindaba esta curiosa interpretación, recogida en las páginas de La Estafeta Literaria:

 "Dicen que la mujer está de moda, que le dan los premios por su bella cara, por galantería, que pretende imitar al hombre. O bien dicen lo contrario, que tiene talento, que se ha independizado, que si a este paso vamos hacia un matriarcado... Yo, señor Director, me digo, y lo meditaré más tiempo, si la mujer que escribe no será precisamente la mujer mal amada. Si esto fuera así, la cosa tiene más hondura de la que parece. Indicaría que la mujer se dedica a usar su talento solamente cuando no se la sabe amar... Si al escribir intenta darse a conocer, es que pretende imponer un modo de ser amada"

No sabemos si Andrea, la portagonista de Nada, hubiera suscrito esta opinión tan peculiar, que interpreta la creación literaria femenina como un sucedáneo de amores fallidos. Pero lo que desde luego sí me parece evidente es que la "chica rara", cuyo reinado inaguró la heroína de Carmen Laforet, no sólo rechazaba la retórica idealización de "sus labores", sino que empezaba a convivir con una idea inquietante, difícil de encajar y de la que cada cual se defendía como podía: la de que no existe el amor de novela rosa.

De su ventana a la mía

 



Pintura de Albert Anker



Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. En todos los claustros, cocinas, estrados y gabinetes de literatura universal donde viven mujeres existe una ventana fundamental para la narración, de la misma manera que la suele haber también el los cuadros inhóspitos de hotel que pintó Edward Hopper y en las estacias embaldosadas de blanco y negro de los cuadros flamencos. Basta con eso para que se produzca a veces el prodigio: la mujer que leía una carta o que estaba guisando o hablando con una amiga mira de soslayo hacia los cristales, levanta una persiana o un visillo, y de sus ojos entumecidos empiezan a salir enloquecidos, rumbo al horizonte, pájaros en bandada que ningún ornitólogo podrá clasificar, cazar ningún arquero ni acariciar ningún enamorado y que levantan vuelo hacia el reino inconcreto del que sólo se sabe que está lejos, que no lo ha visto nadie y que acoge a todos los pájaros ateridos y audaces, brindándoles terreno para que hagan su nido en él unos instantes.

Mi madre siempre tuvo la costumbre de acercar a la ventana la camilla donde leía o cosía, y aquel punto del cuarto de estar era el ancla, era el centro de la casa. Yo me venía allí con mis cuadernos para hacer los deberes, y desde niña supe que la hora que más le gustaba para fugarse era la del atardecer, esa frontera entre dos luces, cuando ya no se distinguen bien las letras ni el color de los hilos y resulta difícil enhebrar una aguja; supe que cuando abandonaba sobre el regazo la labor o el libro y empezaba a mirar por la ventana, era cuando se iba de viaje. "No encendáis todavía la luz -decía- que quiero ver atardecer". Yo no me iba, pero casi nunca le hablaba porque sabía que era interrumpirla. Y en aquel silencio que caía con la tarde sobre su labor y mis cuadernos, de tanto envidiarla y de tanto mirarla, aprendí no sé cómo a fugarme yo también. Luego entraba alguien, daba la luz y reaparecían los perfiles cotidianos. "Bueno, habrá que correr las cortinas", decía ella, como despertando.
Pero en la sonrisa especial que dulcificaba su expresión se le notaba lo lejos que había estado, lo mucho que había visto. Y daban ganas de arrodillarse a su lado para ayudarle a abrir las maletas, de preguntarle: "¿Qué regalo me traes?"


Los incentivos de la ventana 

 



 Pintura de Brian Scott



Ahora bien, como frontera que es entre lo de fuera y lo de dentro, participa de los dos mundos que divide y pone en contacto. Por consiguiente, según se considere desde uno u otro de estos espacios (el exterior o el interior), ofrece sugerencias distintas y puntos de vista encontrados, aunque muchas veces complementarios. No es de extrañar. También nuestros ojos, que son las ventanas del cuerpo por donde se asoma el alma, desempeñan por una parte el cometido de mirar con descaro o cautela, y por otro el de dejarse penetrar por las miradas ajenas o impedirles el acceso mediante distintos ardides y estrategias de celaje. Depende de quién nos mire y de cómo nos mire. 
 





Pintura de Evgent Gordiets



En cuanto al motivo de ensoñación que puede proporcionas a la imaginación romántica una ventana desconocida mirada desde la calle, pocos ejemplos más ilustrativos que el que nos brinda Gustavo Adolfo Bécquer en su conocida leyenda Tres fechas:

"Ya la ventana de por sí era digna de llamar la atención por su carácter; pero lo que más poderosamente contribuyó a que me fijase en ella fue el notar que, cuando volví la cabeza para mirarla, las cortinillas se habían levantado un momento para volver a caer, ocultando a mis ojos la persona que, sin duda, me miraba en aquel instante. Segí mi camino preocupado con la idea de la ventana, o mejor dicho, de la cortinilla, o más claro todavía, de la mujer que la había levantado. Porque indudablemente a aquella ventana tan poética, tan verde, tan llena de flores, sólo una mujer podía asomarse" 





Pintura de Rene Magritt



Una de las tres veladoras que aparece en el drama estático de Fernando Pessoa El marinero, en un momento determinado de la noche, tal vez como desahogo a su claustrofobia:

"-Pues yo al mar no lo he visto nunca más que desde aquí. Desde esa ventana, que es la única abierta al mar. !Y se abarca tan poco! El mar de otras tierra, ¿cómo es?, ¿es hermoso?

A lo que le contesta una de sus compañeras:

-Sólo es hermoso el mar de otras tierras. El que vemos nos trae siempre la nostalagina del que nunca llegaremos a ver"    




16 de enero de 2015

Citas


"A veces el no soporta más y pregunta a Dios. Pero Dios calla, Dios siempre se ha empecinado en su silencio. Y entonces es peor, porque atribuye a Dios palabras que posiblemente él no dirá jamás. Y se dice que ella vendrá pronto y cosas así, sin sentido, como si fuera a ocurrir de verdad. Y después espera en silencio, imitando ese silencio de Dios, mientras disimula y pasa el tiempo en otras ocupaciones absurdas que son eso, pérdidas de tiempo. Se comporta, en definitiva, como si Dios existiera con la única finalidad de cumplir con exactitud sus deseos más íntimos. Un Dios hecho exclusivamente para el consuelo de su dolor."


Poemas del Nilo





Pintura de Jeremy Lipking


 

13 de enero de 2015

El lecho


La asistente entró en el cuarto
cuando se fueron los huéspedes
y contempló la cama deshecha:
el desaliño de las sábanas revueltas
evidenciaba el paso del amor 
que siempre es desorden e impaciencia.
En la almohada doblada
una cabeza había dejado
algunos hilos de cabello
y una concavidad de concha marina.
Abrió las ventanas.
El viento de la mañana
venido de los bosques
y las montañas borrró los vestigios
de una noche condenada al olvido,
como cada noche que un hombre y una mujer
se acuestan en el lecho extranjero
que tiene siempre algo de nupcial
y de batalla perdida.


Lédo Ivo






Pintura de Jack Vettriano



    

9 de enero de 2015

Un abrazo de almas. Expectativa.


Un abrazo de almas


Las personas se la pasan la mayor parte de su vida sintiéndose ofendidas por lo que alguien les hizo.
!Nadie, nunca jamás te ha ofendido!
Son tus expectativas de lo que esperabas de esas personas, las que te hieren. Y las expectativas tu las creas con tus pensamientos. No son reales, son imaginarias. 
Si tu esperabas que tus padres te dieran más amor, y no te lo dieron, no tienes porque sentirte ofendido. Son tus expectativas de lo que un padre ideal debió hacer contigo, las que fueron violadas. Y tus ideas son las que te lastiman.
Si esperabas que tu pareja reaccionara de tal y cual forma y no lo hizo. Tu pareja no te ha hecho nada. Es la diferencia entre las atenciones que esperabas tuviera contigo y las que realmente tuvo, las que te hieren. Nuevamente eso está en tu imaginación.
¿Enojado con Dios? Son tus creencias de lo que debería hacer Dios, las que te lastiman. Dios jamás ofende ni daña a nadie.
Un hábito requiere de todas sus partes para funcionar. Si pierde una, el hábito se desarma. El hábito de sentirte ofendido por lo que te hacen otros desaparecerá cuando conozcas mejor la fuente de las ofensas.
Cuando nacemos, somos auténticos. Pero nuestra verdadera naturaleza, es sustituida por conceptos que nuestros padres, la escuela, la sociedad y los medios nos enseñan. Y crean una novela falsa de como deberían ser las cosas en todos los aspectos de tu vida y como deben de actuar los demás. Una novela que no tiene nada que ver con la realidad. También, las otras personas son criaturas de inventario. A lo largo de su vida, coleccionan experiencias: padres, amigos, parejas, etc. y las almacenan en su inventario interior.
Cuando una persona es maltratada (por no haber dicho o hecho lo que se esperaba de ella) por  alguien, deja esa experdiencia en su inventario. Cuando conoce a otro alguien, tiene miedo. Y trata de ver si la nueva persona repetirá las mismas actitudes que la que le hirieron. Saca una experiencia de su inventario negativo, se pone las gafas de esa experiencia y ve a las nuevas personas y experiencias de su vida, con esas gafas. Las experiencias negativas dejan una huella más profunda en nosotros que las positivas. ¿Resultado? Se duplican los mismos problemas y las mismas experiencias negativas. El inventario negativo sigue creciendo. En realidad lo que hace es que te estorba. No te deja ser feliz. Y a medida que los años pasan, se es menos feliz.

Una de las mayores fuentes de ofensas, es la de tratar de imponer el punto de vista de una persona a otra y guiar su vida. Cuando le dices lo que debe hacer y te dice no, creas resentimientos por partida doble. Primero, te sientes ofendido poque no hizo lo que querías. Segundo, la otra persona se ofende porque no la aceptaste como es. Y es un circulo vicioso.

Entonces ¿hace falta perdonar?

Entiende que nadie te ha ofendido. Son tus ideas acerca de como deberían actuar las personas las que te hieren. Reconoce que la mayoría de las personas NUNCA van a cuadrar con esas ideas que tienes.

Deja a las personas ser. Deja que guíen su vida como mejor les plazca. Es su responsabilidad.

Nadie te pertenece, ni tus padres, amigos y parejas. Todos formamos parte del engranaje de la natraleza. Deja fluir las cosas sin resistirte a ellas.

Deja de pensar demasiado. Abre los ojos y observa el fluir de la vida como es.

La perfección no existe. Es un concepto creado por la mente humana que ha un nivel intelectual puedes comprender, pero en la realidad no existe. Un bosque perfecto serían puros árboles, sol rico, no bichos ¿existe? NO. Para un pez, el mar perfecto sería aquel donde no hay depredadores ¿existe? NO.

La vida real es más hermosa y excitante que cualquier idea que tienes del mundo.

Imagina a esa persona que te ofendió en el pasado, que ambos estáis comodamente sentados. Dile porque te ofendió. Escucha su explicación y perdónala. Es natural pasar por un período de duelo al perdonar, deja que tu herida sane. Descargate con alquien para dejar fluir el dolor. El corto período de nuestra vida, solo tenemos tiempo para vivir, disfrutar y ser felices. Nuestra compañera la muerte en cualquier momento nos puede tomar entre sus brazos. Es superfluo gastar el tiempo en pensar en las ofensas de otros. No puedes darte ese lujo.


José Prieto




Expectativas

Expectativa, viene del latín expectatum (mirado o visto), es la esperanza de conseguir o realiza algo. Para que haya expectativas tiene que haber, por lo general, algo que lo sustente, sino, es una simple imaginación que puede ser irracional y basarse en la esperanza a que ocurra. Si el resultado no es ventajoso ocasiona la decepción.
Contínuamente nos lamentamos por lo que no fue como queríamos, por los ideales rotos, lo que debería haber sido y no fue... lo que nos lleva a la queja y al reproche de las personas que nos precedieron o de las que caminan junto a nosotros. ¿Realmente era una expectativa real? o, por el contrario, habíamos dejamos volar nuestra imaginación inventándonos una historia diseñada por nosotros mismos?
Cuando la expectativa se dirige hacia una persona, ¿quien amamos es como pensamos? me gustaría que fuera así, que no se portara como lo hace, que hiciera eso o aquello. Esperamos que pase como lo hemos predeterminado y que las personas actúen de acuerdo a lo que para nosotros es lo correcto, entonces caemos en la desilusión y el dolor. Esperamos que nos den, que nos digan, que nos hagan. Es díficil entender, que lo que es de una forma para una persona no lo es así para otra. Pero, entonces ya es el fin... ¿cómo puede enamorar de él? y, de este modo llega la frustración y la incredulidad. Eres incapaz de procesar lo que ha ocurrido, en parte, porque tú lo has ocasionado. Nos seguimos quejándonos y echándo la culpa a los artífices de nuestra historia y que todavían mueven los hilos de nuestro destino.
Hemos caído en el hábito de la queja contínua y nos resistimos a abandonarla pero, ¿porqué? Por miedo a vivir nuestra propia vida y ejercer con respondabilidad nuestras decisiones y preferimos vivir en nuestros sueños y deseos.
Hasta que un día abandonamos la batalla exhaustos. Pero ese día, vuelve a aparecer una voz cálida y otro misterio a desentrañar y vuelves a pensar: me gustaría que fuera así, que me escribiera mensajes de amor y que me llevara lejos de aquí, con él...


Maryflor