10 de julio de 2014

El recuerdo


El recuerdo se mueve por territorios extensos, casi difuminados, entre el olvido y la reparación de la verdad. Vivimos lo que aún no ha ocurrido, pero somos la suma de lo sucedido. Nuestros recuerdos van moldeándose con el transcurso del tiempo, entendiendo el mundo con la experiencia de lo que se vivió.

La memoria es como la lengua, siempre va a la muela que más duele, eso es lo que dicen. Yo creo que el problema de los recuerdos no es que vayan donde más duele sino que, el sueño de lo que fuimos, o de lo que fueron, o de lo que fue, es saber, que todo eso nunca volverá. Por eso los recuerdos escuecen, incluso los felices.

Creemos que por dejar de ver a alguién el sentimiento que teníamos por esa persona desaparecería, pero no es así; basta con sólo la idea de volver a encontrarnos, para darnos cuenta, de que el amor sigue vivo. ¿Era así el tono de su voz, el brillo de sus ojos, la calidez de sus manos? ¿Realmente estuve alguna vez con él? ¿Cómo empezó todo? ¿Cómo fue que terminó?

Algunos recuerdos vienen acusándonos, poco podemos hacer. Otros nos ofrecen lugares seguros, como refugios, para aliviarnos.

Por eso hoy, desearía no volver a verte. El tiempo ya había hecho su trabajo, ha ido acumulando formas imprecisas que interpretaba a mi gusto, complacientes, satisfechos, incluso anhelantes de más. Pero cuando parece que nos acercamos, alguién abre la ventana, los levanta y vuelta a empezar. 

Los recuerdos, como la literatura, nos mienten siempre, pero de forma piadosa.


Maryflor








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