30 de julio de 2014

A mis padres


Hace tiempo que voy recopilando reflexiones, cuentos y poesías que dan forma a los sentimientos que a lo largo de mi vida he ido experimentando.
Hoy, empiezo este proyecto largamente esperado, deseando que cada pequeño relato os llegue a vuestra vida en el momento adecuado.
No obstante, me vais a permitir que el primer recuerdo sea para mis padres. Ellos ya no están conmigo y su recuerdo aún es doloroso para mi.

Cuando los seres queridos se van de nuestro lado queda un espacio vacío, una herida que duele y que no hace más que recordarnos que esas personas ya no están. ¿Con qué llenamos ese espacio? Decir todo lo que nuestro corazón siente hará que la angustia vaya cediendo. En un lugar tranquilo, a solas, podemos escribir las palabras que silenció el dolor, es liberador sacar afuera lo que hubiésemos querido decir y no pudimos.



Después de un gran dolor,
uno se hace formal.
Los nervios se apoltronan, como tumbas.
El corazón ya tieso se pregunta 
si fue él quien lo pudo soportar,
si fue ayer o hace siglos.
Los pies, igual a autómatas,
recorren en el suelo, en el aire,
en el vacío un sendero del bosque
que ha nacido al descuido.
Resignación de cuarzo, 
como piedra.
Es la hora del plomo.
Si se la sobrevive, es recordada
como quien soportó nieves glaciales,
frío - al principio -.
luego aturdimiento,
después dejarse ir.


Emily Dickinson





Fotografía de Elina Brotherus






                              

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